o porque esa plaza está prevista para otro, aunque en ocasiones lo hacen para estudiar sus reacciones. El acoso fuera del lugar de trabajo también está considerado otra forma de acoso sexual.
Resulta ser que ayer, en mi lugar de trabajo, yo fui víctima de acoso sexual: Dentro del equipo de intendencia, hay unas señoras especializadas en sacar la basura por las tardes. Antes venía una gordita muy amable, cuyo nombre desconozco, que me sonreía mucho. Me aclaró la señora Clementina que ella, la gordita, tenía un crush conmigo. Está bien, dije yo, si a la gordita muy amable que me sonríe mucho le gusto, bien.
El problema realmente comenzó cuando cambiaron a la gordita muy amable que me sonreía mucho. El lunes, mientras trabajaba, llegó una enanita de escasos ciento cuarenta centímetros a sacar la basura – ¿Tiene basura, joven?- preguntó, a lo que respondí con una negativa indicándole después que mi compañero si tiene un bote. La liliputiense mujer se dio a la tarea de vaciar el bote y, cuando lo hacía ¡Pum! que azota la vieja. Lo normal en esos casos es ayudar a la pobre vieja a ponerse en pie. Eso hice yo. Al extenderle mi mano para levantarla, se aferró con sus dos manos y mientras se reincorporaba decía –Que manos tan ricas tiene, joven- cosa que me pareció un tanto normal, como un piropo a modo de agradecimiento. Una vez de pie, la vieja comenzó a decirme que me veía muy bien peloncito (por si alguien no lo sabe, hace poco me rapé) y que tenía unos ojos lindísimos. Comenzaba a paniquearme poco a poco, cada vez más. Llegó Roberto ¡Santo señor de Chalma! nunca me había dado tanto gusto que llegara Roberto. De hecho, nunca me había dado gusto. Huir, huir es la opción en esos casos - Robert, voy a fumar. Ya vuelvo - enuncié con un poco de nervios. Sálgome a fumar un rico cigarrito para serenar el miedo y la angustia. ¡Que horror! ¿Cuál era el santo patrono de los niños abusados sexualmente? Como sea. Me perdí un rato en los jardines de la Cineteca hasta apaciguarme. ¿Volver o no volver? Después de quince o veinte minutos dando vueltas como tlaconete con sal decidí volver a mi escritorio, ese que sus impuestos pagan. Me encontré a la enanita parada apreciando las teclas de una máquina de escribir del año del caldo, caldo primitivo. Traté de escabullirme a sus espaldas pero ¡oh desilusión! La méndiga vieja volteó como la niña del exorcista y comenzó a hablarme. Mi educación y mi personalidad diplomática me impidieron lanzarle una mentada y, a manera muy valiente, correr. Me pidió que le diera la mano y pensé que era para despedirse o pedir perdón por sus actos. Bueno, ni la una ni la otra. Quería mi mano para pedirme – Vas a ser mi amigo del corazón ¿verdad? – Mi cara, aunque no la veo, se que fue de “no mames”. Me soltó la enana –Teresa, Teresita me llamo ¿y tú?- Le dije que mi nombre era Javier; más vale prevenir… En vano fue mi intento, nuevamente, de partir – Yo hago masajes ¿cuánto crees que debería cobrar por ellos – Manny en silencio total y, seguramente, aún con cara de “no mames” – Yo te puedo dar un masaje, no te cobro- Soy paciente pero todo tiene un límite. –No, hasta luego- después de decir eso me di la media vuelta y me fui a mi oficina.
Tengo coraje y miedo de saber que hoy regresará a mi oficina. Por ahí me contaron que hace otras cosas raras y cada cuatro horas le pide a una compañera suya que la inyecte.
No es la primera vez que tengo a alguien que me acose pero, definitivamente, es la ocasión que más me ha molestado. En algunas hasta me he sentido sexy. Espero no volver a ver a Teresita. Eso me gano por andar recogiendo viejas.
¿Te han acosado? ¿Cómo, cuándo y quién? Cuéntanos