Mi gorda ha muerto

Mi gorda murió. Llevaba ya cuatro años con ella. Nos divertimos, reímos, lloramos, sufrimos, etc. Fueron cuatro magníficos años en los que nos apoyábamos mutuamente. Cuando no quería ver a nadie y me sentía incomprendido, o solo, ella estaba ahí para mí. Juntos, llegamos a ganar algo de dinero. Compartíamos casi, casi, todo. Ella amaba el roce de mis dedos y yo amaba jugar con ella. Podíamos pasar horas frente a frente sin hablar y, aún así, nos entendíamos de maravilla.

Pero todo, todo, tiene un fin. La gorda dejó de funcionar. Creo que fue la tarjeta madre o tal vez un daño en algún disco duro. La memoria RAM se ve bien, la tarjeta de video, el procesador, la fuente de poder y todo lo demás parece estar en buen estado.

Manny: ¡Oh! Santísimo señor Gates ¿Qué debo hacer ahora?

Bill Gates: Con voz profundamente espiritual, algo así como Gandalf Deberás conseguir otra computadora y seguir usando mi SO (sistema operativo)

M: Pero ¿Cómo? Ahora que trabajo no he tenido tiempo de ir a la plaza de la computación.

BG: En el Rojo camino hallarás la solución. Good bye

M: Sí, señor. Pero ¿Cuál es el rojo camino? Silencio ¿Señor?... ¿Señor?

Habiendo Bill Gates hablado de esa manera, Manny se quedó intentando descifrar cuál era el Rojo camino. Después de, aproximadamente, trece segundos recordó que su amigo Oscar, el Rojo (sí, es pelirrojo y a veces uno es falto de originalidad) estaba armando computadoras y, al parecer, lo hacía bien y a buen precio. Entonces, la misión era llamar al Rojo para ver que se podía hacer. Se hicieron las llamadas pertinentes y se ajustaron horarios. Rojo llegó a la Cineteca Nacional y partimos, primero a ver a la gorda y después, a tomarnos un cafecito y hablar de computadoras y destilación.

Pues ya está, Rojo me va a hacer a la nueva gorda, misma que necesitará un nombre nuevo, y, probablemente, después haga una para mi hermano y una para mi padre.

Gorda: Siempre te recordaremos
Bueno, un tiempo